El servicio es la inversión de recursos económicos a través del capital humano, de la gente preparada para mejorar a la sociedad. La Universidad es una organización de formación y desarrollo de personas para servir a la sociedad y al mundo desde diferentes campos. Su nuevo enfoque empresarial está sujeto al esfuerzo y el trabajo que empeñemos para hacerla triunfar.
El mundo ha cambiado y a nosotros nos ha tocado un cambio dramático a través de una ley que aspira a, y cito “proveer métodos financieros para lograr que el gobierno de Puerto Rico pueda asumir una responsabilidad financiera y a su vez, conseguir acceder a los mercados capitales”. Esto quiere decir que Puerto Rico tiene que demostrar que puede pagar una deuda (por lo tanto, tiene que ir pagándola) para tener acceso a préstamos a mediano y largo plazo. Este tipo de acceso presupone unos riesgos para el país por lo que tiene que fortalecerse la economía. Esto provoca que los esfuerzos mayores se concentren en la producción de dinero. Por eso vemos cómo el sector de servicio está sufriendo. El servicio es la inversión de recursos económicos a través del capital humano, de la gente preparada para mejorar a la sociedad: la salud, la educación, el bienestar general del pueblo. La inversión al servicio no produce dinero, pero tiene que garantizar calidad de vida para estimular el movimiento en la economía.
Cuando la calidad de vida se afecta, entonces los economistas, financieros y otros expertos en el campo económico y financiero miran la inversión en el servicio y, si no rinde frutos, comienzan a recortar, afectando las aportaciones en este campo. La Universidad de Puerto Rico (UPR) se enfrenta a una reducción considerable de recursos del estado y cambios demográficos que retan a la institución de manera fundamental.
Todos sabemos que la demografía de la región oriental a la que servimos ha ido cambiando, demostrando un descenso en el número de personas de edad escolar y universitaria que nosotros servimos. Esto trae implicaciones directas a nuestra función esencial de educar y formar ciudadanos útiles que garanticen esa calidad de vida a la que aspiramos. Este descenso implica menor necesidad de instituciones de servicios. Comenzamos a ver cierres en centros de salud y de escuelas, y mayores escollos para trabajar con la población más necesitada del servicio de bienestar social. Si a este dato real le añadimos la devastación de los huracanes del 2017, temblores del 2019-2020 y la pandemia que comenzó en enero de 2020, lo que debemos mirar no es necesariamente el daño material, pues este ha sido y está siendo compensado poco a poco hacia su restauración, sino la pérdida de personas, el cambio demográfico adicional que estos eventos podrían haber producido en nuestra región de servicio.